15-01-2016
EL CUERPO GRITA LO QUE LA BOCA CALLA
Y
es muy cierto, todo las emociones negativas que “guardes”, tu cuerpo
las transformará en una enfermedad, así que mientras más pronto dejes ir
esas sensaciones, más pronto vendrá hacia ti la salud y vitalidad.
Hoy día existe un término que se llama Metamedicina, proviene del prefijo griego “meta” que significa más allá.
Esto significa que la Metamedicina trata de ir más allá de la medicina tradicional.
Estamos
hablando, por tanto, de una Medicina Metafísica que transciende el
plano físico (cuerpo y sus síntomas) para buscar las causas psicológicas
(mente) o espirituales (alma) de la enfermedad.
La salud perfecta y el pleno despertar son, en realidad, lo mismo. La única curación auténtica es la auto curación.
El querer curarse sinceramente puede motivar a una persona para que
realice los cambios necesarios en aquellas actitudes, sentimientos y
emociones que son responsables de su sufrimiento. La curación no ocurrirá con sólo conocer su causa.
Porque
incluso cuando se ha solucionado un conflicto o se ha liberado una
emoción, el cuerpo puede necesitar un tiempo más o menos largo para
proceder a la reparación del tejido o del órgano afectado.
La curación no es más que volver al estado de armonía y de equilibrio.
Admitir una dificultad o una debilidad es estar ya en el camino de
superarla.
EL CORAZÓN: REPRESENTA EL AMOR, Y LA SANGRE, EL JÚBILO.
El corazón es la bomba que, con Amor, hace que el júbilo circule por nuestras venas.
Cuando
nos privamos del Amor y el júbilo, el corazón se encoge y se enfría, y
como resultado, la circulación se hace perezosa y vamos camino de la
anemia, la angina de pecho y los ataques cardíacos. Pero el corazón no
nos «ataca».
Somos
nosotros los que nos enredamos hasta tal punto en los dramas que nos
creamos, que con frecuencia dejamos de prestar atención a las pequeñas
alegrías que nos rodean.
Nos pasamos años expulsando del corazón todo el júbilo, hasta que, literalmente, el dolor lo destroza. La gente que sufre ataques cardíacos nunca es gente alegre.
Si no se toma el tiempo de apreciar los placeres de la vida, lo que hace es prepararse un «ataque al corazón».
Corazón
de oro, corazón de piedra, corazón abierto, sin corazón, todo corazón…
¿Cuál de estas expresiones es la que cree que se ajusta más a usted?
EL CUERPO
Con Amor escucho los mensajes de mi cuerpo. Estoy convencida de que nosotros mismos creamos todo lo que llamamos «enfermedad».
El cuerpo, como todo en la vida, es un espejo de nuestras ideas y creencias.
El cuerpo está siempre hablándonos; sólo falta que nos molestemos en escucharlo.
Cada célula de su cuerpo responde a cada una de las cosas que usted piensa y a cada palabra que dice.
Cuando
un modo de hablar y de pensar se hace continuo, termina expresándose en
comportamientos y posturas corporales, en formas de estar y de «mal
estar».
La persona que tiene continuamente un gesto ceñudo no se lo creó teniendo ideas alegres ni sentimientos de amor.
La cara y el cuerpo de los ancianos muestran con toda claridad la forma en que han pensado durante toda una vida. ¿Qué cara tendrá usted a los ochenta años?
Los oídos: Representan la capacidad de oír.
Cuando hay problemas con los oídos, eso suele significar que a uno le está pasando algo de lo que no se quiere enterar.
El dolor de oídos indica que lo que se oye provoca enfado.
Se trata de un dolor común en los niños, que a menudo tienen que oír en casa cosas que realmente no quieren escuchar.
Con
frecuencia, las normas de la casa prohíben a los niños expresar su
enojo, y su incapacidad para cambiar las cosas les provoca el dolor de
oídos.
La sordera representa una negativa, que puede venir de mucho tiempo atrás, a escuchar a alguien.
Observen que cuando un miembro de una pareja es «duro de oído», generalmente el otro es charlatán.
LA CABEZA NOS REPRESENTA
Es lo que mostramos al mundo, la parte de nuestro cuerpo por la cual generalmente nos reconocen.
Cuando algo anda mal en la región de la cabeza, suele significar que sentimos que algo anda mal en «nosotros».
El
pelo representa la fuerza. Cuando estamos tensos y asustados, es
frecuente que nos fabriquemos estas “bandas de acero” que se originan en
los músculos de los hombros y desde allí suben a lo alto de la cabeza; a
veces incluso rodean los ojos.
El pelo crece desde los folículos pilosos, y cuando hay mucha tensión en
el cuero cabelludo, puede estar sometido a una presión tal que no le
deja respirar, provocando así su muerte y su caída.
Si
la tensión se mantiene y el cuero cabelludo no se relaja, el folículo
sigue estando tan tenso que el pelo nuevo no puede salir, y el resultado
es la calvicie.
En las mujeres, la calvicie ha ido en aumento desde que empezaron a
entrar en el «mundo de los negocios», con todas sus tensiones y
frustraciones, aunque no se hace tan evidente en ellas porque las
pelucas para mujeres son sumamente naturales y atractivas.
Lamentablemente, los postizos masculinos todavía son demasiado visibles desde bastante lejos.
Estar tenso no es ser fuerte. La tensión es debilidad. Estar relajado, centrado y sereno, eso es ser realmente fuerte.
Sería bueno que todos relajásemos más el cuerpo, y muchos necesitamos también relajar el cuero cabelludo. Inténtelo.
Dígale a su cuero cabelludo que se relaje, y observe si hay alguna diferencia.
Si tiene una sensación perceptible de relajación, yo le diría que practique con frecuencia este ejercicio.
OJOS: LOS OJOS REPRESENTAN LA CAPACIDAD DE VER
Cuando
tenemos problemas con ellos eso significa, generalmente, que hay algo
que no queremos ver, ya sea en nosotros o en la vida, pasada, presente o
futura.
Siempre que veo niños pequeños que usan gafas, sé que en la casa está pasando algo que ellos no quieren mirar.
Ya que no pueden cambiar la situación, encuentran la manera de no verla con tanta claridad.
Muchas personas han tenido experiencias de curación impresionantes
cuando se han mostrado dispuestas a retroceder en el pasado para hacer
una «limpieza», y tirar aquello que no querían ver uno o dos años antes
de que tuvieran que empezar a usar las gafas.
¿No estará usted negando algo que sucede en su presente? ¿Qué es lo que no quiere enfrentar?
¿Tiene miedo de contemplar el presente o el futuro? Si pudiera ver con claridad, ¿qué vería que ahora no ve?
¿Puede ver lo que está haciéndese a sí mismo? Sería interesante considerar estas preguntas.
ARTICULACIONES: PERMITEN LA PRODUCCIÓN DE MOVIMIENTOS CON GRACIA Y SOLTURA.
Si
tenemos las articulaciones agarrotadas e incapaces de moverse nos
volvemos rígidos, nuestro medio de expresión se toma rígido e
inflexible.
A través de las articulaciones podemos expresarnos con facilidad y propiedad.
Las
articulaciones contienen tejido duro, tejido blando y líquidos, de modo
que los problemas en la zona pueden afectar uno o más de estos tres
aspectos.
Una inflamación en las articulaciones revela, por tanto, una
resistencia o irritación respecto al movimiento, tal vez un temor a lo
que nos espera delante, o una dificultad en someternos a ello.
Hay una falta de la energía que se desplaza por las articulaciones, lo
que indica que estamos tomando energía de esa parte de nuestro
cuerpo-mente.
Esto dependerá de la zona del cuerpo afectada. Así, por ejemplo, las
articulaciones del hombro, codos y muñecas nos permiten desplazar la
energía desde el corazón hasta las manos, para que podamos expresar nuestros sentimientos afectivos.
Estas articulaciones autorizan además la libre expresión de nuestra
energía creativa y activa, nuestras aptitudes manipuladoras y
ejecutivas.
Una
disfunción en cualquiera de esas articulaciones puede indicar un temor a
expresar esa energía, una contrariedad o resistencia a ello.
LOS DOLORES DE CABEZA
Provienen del hecho de desautorizarnos a nosotros mismos.
La próxima vez que le duela la cabeza, deténgase a pensar cómo y cuándo ha sido injusto con usted mismo.
Perdónese, no piense más en el asunto, y el dolor de cabeza volverá a disolverse en la nada de donde salió.
Las migrañas o jaquecas se las crean las personas que quieren ser
perfectas y que se imponen a sí mismas una presión excesiva. En ellas
está en juego una intensa cólera reprimida.
LOS PROBLEMAS EN LOS SENOS PARANASALES que
se manifiestan en la cara, en la zona más próxima a la nariz,
significan que a uno lo irrita alguien que es una presencia muy próxima
en su vida.
Hasta es posible que sienta que esa persona lo está sofocando o aplastando.
LA ESPALDA REPRESENTA NUESTRO SISTEMA DE APOYO.
Tener
problemas con ella significa generalmente que no nos sentimos apoyados,
ya que con demasiada frecuencia creemos que sólo encontramos apoyo en
nuestro trabajo, en la familia o en nuestra pareja, cuando en realidad
contamos con el apoyo total del Universo, de la Vida misma.
LA PARTE SUPERIOR DE LA ESPALDA
Tiene que ver con la sensación de no tener apoyo emocional.
«Mi marido (mujer, amante, amigo o jefe) no me entiende o no me apoya.»
La parte media se relaciona con la culpa, con todo eso que dejamos a nuestras espaldas.
¿Tiene usted miedo de ver lo que hay allí detrás, a sus espaldas?
¿Quizá se lo está ocultando? ¿Se siente apuñalado por la espalda?
¿Se encuentra realmente agotado? Sus finanzas, ¿están hechas un lío, o usted se preocupa excesivamente por ellas? Entonces, es probable que tenga molestias en la zona lumbar.
La causa está en la falta de dinero o el temor de no tener lo
suficiente. La cantidad que usted tenga no tiene nada que ver con eso.
LA GARGANTA
Representa nuestra capacidad de «defendernos» verbalmente, de pedir lo que queremos, de decir «yo soy», etcétera.
Cuando tenemos problemas con ella, eso significa generalmente que no nos sentimos con derecho a hacer esas cosas.
Nos sentimos inadecuados para hacernos valer. El dolor de garganta es siempre enfado. Si además hay un resfriado, existe también confusión mental.
La laringitis significa generalmente que uno está tan enojado que no puede hablar.
La garganta representa también el fluir de la creatividad en nuestro cuerpo.
Es el lugar del cuerpo donde expresamos nuestra creatividad, y cuando la
frustramos y la sofocamos, es frecuente que tengamos problemas de
garganta.
Todos sabemos cuántas personas hay que viven toda su vida para los demás, sin hacer jamás lo que quieren.
Siempre están complaciendo a madres, cónyuges, amantes o jefes.
LA AMIGDALITIS Y LOS PROBLEMAS TIROIDEOS
No son más que creatividad frustrada, incapaz de expresarse.
El centro energético situado en la garganta, el quinto chacra, es el lugar del cuerpo donde tiene lugar el cambio.
Cuando
nos resistimos al cambio, o nos encontramos en pleno cambio, o estamos
intentando cambiar, es frecuente que tengamos mucha actividad en la
garganta o cuando oiga toser a otra persona.
Cuando tosa, pregúntese: ¿Qué es lo que se acaba de decir? ¿A qué estamos reaccionando?
¿Es resistencia y obstinación, o es que el proceso de cambio se está produciendo?
Cada vez que alguien tose, hago que se toque la garganta y diga en voz alta: “Estoy dispuesto a cambiar” o “Estoy cambiando”
EL EXCESO DE PESO
Representa
una necesidad de protección. Tratamos de protegernos de heridas,
agravios, críticas, abusos e insultos, de la sexualidad y de las
insinuaciones sexuales de un miedo general a la vida, y también de
miedos específicos.
Luchar
contra la obesidad es perder tiempo y energía. Las dietas no funcionan,
porque tan pronto como se las interrumpe, el peso vuelve a aumentar.
Amarse
y aprobarse, confiar en el proceso de la vida y depositar su segundad
interna en el conocimiento del poder de su propia mente son los
elementos básicos de la mejor dieta que conozco.
Póngase a dieta de pensamientos negativos, y el problema del peso se resolverá solo.
El
sentimiento de culpa es una emoción totalmente inútil, que jamás hace
que nadie se sienta mejor ni modifica para nada una situación.
Su «sentencia» ya se ha cumplido, de manera que déjese salir de prisión.
Perdonar
no es más que soltar, dejar partir…Cualquier hinchazón del cuerpo
representa atascos y estancamientos en el estado emocional.
Nosotros mismos nos creamos situaciones en que nos «hieren» y nos aferramos luego a su recuerdo.
Con frecuencia las hinchazones representan lágrimas contenidas que
sentimos como algo enquistado, o provienen de culpar a otros por
nuestras propias limitaciones.Renuncie al pasado; déjelo que se vaya y
recupere su propio poder.
Deje de estar pendiente de lo que quiere, y use su mente para crear lo que «sí quiere».
Déjese llevar por la marea de la vida.
LAS PIERNAS SON LO QUE NOS LLEVA HACIA ADELANTE.
Los problemas en las piernas suelen indicar un miedo a avanzar o una renuncia a seguir andando en cierta dirección.
Corremos, nos arrastramos, andamos como pisando huevos, se nos aflojan
las rodillas, somos patituertos o patizambos y nos quedamos patitiesos.
Y además, tenemos los muslos enormes, coléricamente engrosados por la celulitis, llenos de resentimientos infantiles.
Con frecuencia, no querer hacer algo produce algún problema menor en las piernas.
Las venas varicosas significan que nos mantenemos en un trabajo o en otro lugar que nos enferma. Las venas pierden su capacidad de transportar alegría.
Pregúntese si está marchando en la dirección en que quiere ir.
LAS RODILLAS COMO EL CUELLO, SE RELACIONAN CON LA FLEXIBILIDAD
Hablan de inclinarse y de ser orgulloso, del yo y de la obstinación.
Con frecuencia, cuando avanzamos, nos da miedo inclinarnos y nos ponemos tiesos.
Y eso vuelve rígidas las articulaciones. Queremos avanzar, pero no cambiar nuestra manera de ser.
Por eso las rodillas tardan tanto en curarse, porque está en juego nuestro yo.
El tobillo también es una articulación, pero si se daña puede curarse con bastante rapidez.
Las rodillas tardan porque en ellas están en juego nuestro orgullo y nuestra autojustificación.
La
próxima vez que tenga algún problema con las rodillas, pregúntese de
qué está justificándose, ante qué está negándose a inclinarse.
Renuncie
a su obstinación y aflójese. La vida es fluencia y movimiento, y para
estar cómodos debemos ser flexibles y fluir con ella.
Un sauce se dobla y se mece y ondula con el viento, y está siempre lleno de gracia y en armonía con la vida.
LOS ACCIDENTES SON EXPRESIONES DE CÓLERA
Indican una acumulación de frustraciones en alguien que no se siente libre para expresarse o para hacerse valer. Indican también rebelión contra la autoridad.
Nos enfurecemos tanto que queremos golpear a alguien y, en cambio, los golpeados somos nosotros.
Cuando
nos enojamos con nosotros mismos, cuando nos sentimos culpables, cuando
tenemos la necesidad de castigarnos, un accidente es una forma
estupenda de conseguirlo.
Puede
que nos resulte difícil creerlo, pero los accidentes los provocamos
nosotros; no somos víctimas desvalidas de un capricho del destino.
Un
accidente nos permite recurrir a otros para que se compadezcan y nos
ayuden al mismo tiempo que curan y atienden nuestras heridas.
Con frecuencia también tenemos que hacer reposo en cama, a veces durante largo tiempo, y soportar el dolor.
TANTO LA ANOREXIA COMO LA BULIMIA
Expresan una negación de la propia vida, y son una forma extrema de odio hacia uno mismo.
Cuando se odia a sí mismo, en realidad odia una idea que tiene de sí mismo.
Y
las ideas se pueden cambiar. ¿Qué hay en usted que sea tan terrible?
¿Se crió en una familia que criticaba continuamente su comportamiento?
¿O
eran sus maestros quienes lo criticaban? En sus primeros contactos con
la religión, ¿le dijeron que así, tal como usted era, «no servía»?
Con demasiada frecuencia procuramos hallar razones «comprensibles» que
nos digan por qué no nos quieren ni nos aceptan tal como somos.
Nada funciona desde afuera. La clave es la aprobación y la aceptación de uno mismo.
LA ARTRITIS
Es una enfermedad que se origina en una constante actitud de crítica.
En primer lugar, la persona se critica a sí misma, pero también critica a los demás.
Los
artríticos suelen ser muy criticados, porque su propio estilo es
criticar; entonces cargan con la maldición del «perfeccionismo», es
decir, con la necesidad de ser perfectos siempre y en cualquier
situación.
¿Conoce usted a alguien en este planeta que sea «perfecto»? Yo no.
¿Por qué nos imponemos normas que nos exigen que seamos «superpersonas» para sentirnos apenas aceptables?
Ésta es una expresión muy fuerte del «no sirvo», y es una carga pesadísima de llevar.
DEL ASMA DECIMOS QUE ES UN “AMOR QUE SOFOCA”
La persona tiene la sensación de no tener derecho a respirar por su cuenta.
Los
niños asmáticos suelen tener una conciencia sobre desarrollada; asumen
las culpas de todo lo que anda mal en su medio, se sienten indignos, no
valiosos y, por consiguiente, culpables y merecederos de castigo.
A veces, el cambio de clima cura a los asmáticos, especialmente si no los acompaña la familia.
ABSCESOS, QUEMADURAS, CORTES, FIEBRES, LLAGAS E INFLAMACIONES DIVERSAS
Son todos, indicios de una cólera que se expresa en el cuerpo.
Por más que intentemos suprimirlo, el enojo encontrará maneras de expresarse.
Hay que dejar salir la presión acumulada. Nuestro enojo nos da miedo
porque sentimos que podemos destruir nuestro mundo, pero es algo que se
puede liberar simplemente diciendo: «Estoy enfadado por esto».
Es
verdad que no siempre podemos decirle algo así a nuestro jefe, pero
podemos aporrear la cama o vociferar en el coche cerrado o jugar al
tenis, que son maneras inofensivas de descargar físicamente la cólera.
Es frecuente que las personas con tendencias espirituales creen que no deberían enojarse.
Ciertamente
todos nos esforzamos por llegar al momento en que ya no culpemos a
nadie por nuestros sentimientos; pero mientras no hayamos llegado a ese
punto, es más saludable que reconozcamos qué es lo que sentimos en un
momento dado.
EL CÁNCER
Es
una enfermedad causada por un profundo resentimiento contenido durante
muchísimo tiempo, hasta que literalmente va carcomiendo el cuerpo.
En la infancia sucede algo que destruye nuestro sentimiento de confianza.
Esta
es una experiencia que jamás se olvida, y el individuo vive
compadeciéndose de sí mismo y se le hace difícil cultivar y mantener
durante mucho tiempo relaciones significativas.
Con un sistema de creencias así, la vida se muestra como una serie de decepciones.
Un
sentimiento de desesperanza, desvalimiento y pérdida se adueña de
nuestro pensamiento, y nada nos cuesta culpar a otros de todos nuestros
problemas. La gente que tiene cáncer, además, es muy autocrítica.
Para mí, la clave de la curación del cáncer está en amarse y aceptarse.
Empezamos
por olvidarnos de que las situaciones las creamos nosotros, y entonces
abdicamos de nuestro poder, culpando a otra persona de nuestra
frustración.
No
hay persona, lugar ni cosa que tenga poder alguno sobre nosotros,
porque en nuestra mente la única entidad pensante somos nosotros.
Nosotros creamos nuestras experiencias, nuestra realidad y todo lo que hay en ella.
Cuando creamos en nuestra mente paz, armonía y equilibrio, eso es lo que encontramos en la vida.
EL CEREBRO Y SUS EMOCIONES.
La salud perfecta y el pleno despertar son, en realidad, lo mismo.
La única curación auténtica es la autocuración. El
querer curarse sinceramente puede motivar a una persona para que
realice los cambios necesarios en aquellas actitudes, sentimientos y
emociones que son responsables de su sufrimiento.
La curación no ocurrirá con sólo conocer su causa.
Porque
incluso cuando se ha solucionado un conflicto o se ha liberado una
emoción, el cuerpo puede necesitar un tiempo más o menos largo para
proceder a la reparación del tejido o del órgano afectado.
La curación no es más que volver al estado de armonía y de equilibrio.
Admitir una dificultad o una debilidad es estar ya en el camino de
superarla.
El
hemisferio izquierdo de nuestro cerebro asume las funciones de orden
racional tales como leer, hablar, contar, pensar, analizar una situación
y establecer asociaciones; se relaciona con el pensamiento lógico y
corresponde a nuestro aspecto emisor masculino o Yang; controla la parte
derecha de nuestro cuerpo.
El
hemisferio derecho gestiona las informaciones afectivas y emocionales;
nos permite reconocer globalmente una situación y atribuirle un colorido
emocional y sensitivo; se relaciona con nuestra imaginación, nuestra
intuición y participa en la actividad onírica; corresponde a nuestra
parte femenina o Yin; rige la parte izquierda de nuestro cuerpo.
El
intercambio de información entre los dos hemisferios y la conclusión
que de ello resulte, determinarán nuestra forma de actuar.
Sin embargo, la información que llega a nuestro cerebro derecho es determinante.
La memoria emocional del cerebro límbico contiene la respuesta a muchas causas de malestares y enfermedades (Ej.
Hemisferio izquierdo: “Mi madre me ha dejado sola con mi padre”.
Hemisferio derecho: “Me siento abandonada”).
El
papel principal del cerebro límbico es garantizar nuestra supervivencia
evitando hacernos revivir experiencias consideradas desagradables y
haciéndonos revivir las que se consideran buenas y a repetir.
El
problema fundamental del cerebro límbico es que no piensa, no
diferencia entre lo real o imaginario sino que sólo le importa lo que
siente; no posee el discernimiento necesario para ver qué experiencias a
evitar que podrían ser favorables para nosotros y cuáles a repetir
pueden, sin embargo, repercutir perjudicial mentes obre nuestra salud.
El
miedo a cualquier peligro hace que se cierre automáticamente porque
reacciona a todo lo que pueda parecer una amenaza para nuestra
supervivencia.
El
inconsciente no diferencia entre una imagen exterior o interior y el
cerebro límbico reacciona a estas imágenes clasificándolas como
experiencias a renovar o a evitar.
Esto nos lleva de manera inevitable a protegernos continuamente.
Como nos da miedo a sufrir, cuando nos sentimos amenazados ponemos en marcha mecanismos de protección.
EL HIPOTÁLAMO
ES LA VOZ DEL CUERPO EN EL CEREBRO
Rige
las actividades del sistema neurovegetativo que a su vez coordina las
relaciones entre las vísceras y garantiza la regulación de las funciones
llamadas vegetativas o automáticas, es decir, aquellas que son
independientes de nuestra voluntad consciente.
Para ello el sistema posee dos grandes circuitos: el simpático y el parasimpático.
El
simpático estimula todo lo que está biológicamente previsto para
mantenernos en estado de alerta y de potencial combatividad; predomina
al estar despiertos y es el que interviene en las situaciones
estresantes.
El
parasimpático estimula nuestras funciones de descanso y recuperación,
predomina en nuestro periodo de sueño. Si uno de los dos sistemas
trabaja en exceso lo hará en detrimento del otro.
El
hipotálamo rige también el sistema endocrino (glándulas endocrinas:
tiroides, paratiroides, suprarrenales, genitales y la hipófisis),
asumiendo el papel ejecutor sin analizar ni intentar saber si una orden
es o no favorable.
Si
los sistemas neurovegetativos y endocrinos se encuentran ante la
imposibilidad de ejecutar una acción ordenada para adaptar el organismo,
se podría desencadenar un desorden que complicaría la salud.
Cuanta
más emoción se sienta al recibir una información más fuerte será la
respuesta del hipotálamo porque la acción dirige la energía de cada
situación concreta.
Tenemos que aprender a cultivar nuestro discernimiento si no queremos malgastar nuestra salud y nuestro bienestar.
El camino de la curación pasa por el proceso de buscar la causa del
malestar o de la enfermedad para llegar a conocer el remedio adecuado.
Y para usar el propio discernimiento no se necesita saber de todo.
La
única manera de liberarnos es volver a vivir los acontecimientos que
nos hicieron sufrir a fin de desdramatizarlos y transformar nuestra
comprensión sobre ellos.
Al revivir una situación puede resultar saludable expresar lo que en su
momento no se dijo, ya se trate de una necesidad, decepción, tristeza,
enfado, repugnancia u odio.
El trabajo tiene como objetivo transformar esas ecuaciones que nos son favorables en otras que sí lo serán.
Mientras permanezca el consuelo no podremos liberarnos del sufrimiento que llevamos.
Es preciso traer esos recuerdos a la conciencia pues en esto reside la clave para curar muchas enfermedades.
Al querer huir de una situación que nos hace daño, huimos también de lo que nos permite liberarnos de ella.
Todos
los métodos son buenos siempre que sean empleados con sentido común.
Pensamientos (conciencia), respiración (energía) y alimentación
(materia) están interrelacionados.
Poco importa la vía que se elija, lo que cuenta es elevar la conciencia para dejar de sufrir manifestaciones desagradables.
Lo que se pretende es responsabilizarnos de nuestra vida, ser felices y gozar de buena salud.
POSEEMOS LA CAPACIDAD DE CREAR LA ENFERMEDAD, TAMBIÉN TENEMOS EL POTENCIAL PARA LIBERARNOS DE ELLA.
Lo que más necesita una persona enferma es que la tranquilicen y que después la guíen hacia un proceso de auto-curación.
Lo que no necesita en absoluto es asustarse y sentirse condenada por pronósticos sombríos.
Pidamos
a nuestra mente consciente que rechace total e inmediatamente cualquier
afirmación que haya oído y que no sea totalmente favorable, y la
sustituya entonces por lo que pueda contribuir a nuestra felicidad y a
nuestro bienestar.
Pedir también acoger las almas luminosas para guiarlas en nuestro camino si eso está de acuerdo con nuestro plan evolutivo.
Después entregarnos a la Sabiduría divina para dejar que se manifieste la situación ideal.
Enfermarse,
sentirse desgraciado o encontrarse en una situación desagradable no es
una cuestión de mala suerte ni una casualidad o un castigo divino; no es
más que el resultado de sintonizarnos con determinada frecuencia.
Solo
hay que cambiar de frecuencia negativa a una positiva para que el
malestar, el dolor o la enfermedad desaparezcan, para transformar una
situación difícil o para mejorar nuestra relación con los demás.
Las
sugestiones más arraigadas se obtienen a fuerza de repetición; lo mismo
ocurre con las frases o expresiones que repetimos con frecuencia.
Al
tomar conciencia del efecto de las repeticiones optaremos por las que
nos son favorables y nos apresuraremos a eliminar las desfavorables. Se
sugiere entonces repetir constantemente:
En
cada momento creamos nuestra realidad mediante los pensamientos que
sintonizamos, las palabras que pronunciamos y las elecciones que
hacemos.
Cuanto
más ampliamos el campo de nuestra conciencia, más podemos intervenir
para transformar favorablemente nuestro mundo y mejor podemos gobernar
nuestra vida.
Ejemplos
de palabras que crean nuestros problemas y por tanto debemos anular y
en su defecto utilizar otras nuevas: “siempre tengo que contenerme” crea
el síntoma de estreñimiento y se debe utilizar a cambio “cada vez soy
más yo misma”; “no puedo sentirlo” crea la sinusitis y es preciso
utilizar “aprendo a acogerlo”; “tengo la impresión de estar estancado”
crea dolor de pies y utilizar mejor “busco el paso que tengo que dar”;
“el agua me engorda” da por síntoma la obesidad y en cambio hay que
utilizar “el agua elimina mi exceso de grasa”; y así sucesivamente.
Cuando
se quiere huir de una situación que conlleva a una importante lección
para nuestra evolución, la enfermedad puede obligarnos a afrontarla.
Podemos tratar de huir de nosotros mismos anestesiándonos, desvaneciéndonos, paralizándonos o angustiándonos.
Pero huir no es la solución porque aquello que nos da miedo y de lo que queremos escapar nos persigue constantemente.
Hay que acoger a las emociones y no enfrentarse a ellas o provocarlas: no hacemos que las flores crezcan tirando de ellas.
Hay
que intentar encontrar la emoción o sentimiento en la cual nos hemos
quedado atascados: duda, abandono, desvalorización, etc. o una mezcla de
varios de ellos.
El ser responsables significa reconocer que somos los creadores de lo que vivimos.
Esto
supone aceptar y reconocer que nuestros pensamientos, sentimientos,
actitudes o las lecciones que debemos integrar en nuestro camino
evolutivo, han dado a lugar a las situaciones felices o desdichadas que
hemos encontrado en nuestra vida o que vivimos actualmente.
Cualquier
cosa que hayamos vivido, cualquiera que sea la enfermedad que nos
afecta o el trágico suceso que hayamos sufrido, lo necesitábamos para
asimilar lecciones esenciales para nuestra evolución.
Reconocer
que todo es perfecto no significa abdicar, abandonarse o no reaccionar;
al contrario, es actuar con responsabilidad en lugar de elegir la vía
de la rebelión o de la abdicación.
Con la ley de la responsabilidad ya no hay víctimas ni verdugos.
No se puede acusar a los demás de lo que se vive porque hay algo que nos
hace reaccionar de esa manera o lleva al otro al tratarnos así.
El
otro no es más que un espejo en el que nos miramos. Uno puede rechazar
su furia y otro expresarla con violencia: ambos están presos en ella.
Desde
nuestra más tierna infancia hemos estado sometidos a diversas
influencias; las que más nos han marcado son aquellas que recibimos de
las personas en quienes más confiábamos.
Repetiremos
los mismos guiones hasta que alcancemos la suficiente madurez afectiva
para dejar de amar como un niño (a) que depende de su mamá (papá).
Revisemos
nuestras programaciones. Podemos haber programado “tener más de los
demás = Injusto”, y entonces desearemos tener cosas bonitas o tener
éxito, pero atraeremos las circunstancias adecuadas para romper nuestras
cosas bonitas o sabotear nuestro éxito y nuestras posibilidades.
Una
persona puede ser más sensible a determinadas vibraciones que otra,
dependiendo de lo que tenga en su memoria emocional o de las lecciones
que deba asimilar.
Pero
por sobre todo debemos hacer cosas que nos aporten alegría y con las
que pensamos empleamos bien la vida; prestar atención a nuestras
necesidades y a nosotros mismos; dejar que se vayan todas las emociones
negativas que podamos encontrar en nuestro interior; cultivar imágenes
positivas en nuestra mente; proponernos objetivos entusiastas; descubrir
lo que realmente queremos hacer; encontrar maneras de expresar el amor;
amarnos y amar a los demás; crear relaciones en las que se tenga cabida
el juego, la diversión y el amor; curar todas las relaciones
traumáticas de nuestro pasado, especialmente las tenidas con los padres y
familiares; decidirnos a consagrarnos al bienestar y a la felicidad;
aceptarnos y aceptar todo lo que hay en nuestra vida como una
oportunidad para crecer y progresar; aprender a sacar lo que se puede de
cada experiencia; y avanzar con sentido del humor.
Posted: 13 Jan 2015 02:43 AM PST
El misterio de la conciencia
Tú existes, ¿cierto? Pruébalo.
Cómo 100 mil millones de neuronas parloteando crean el conocimiento —o
la ilusión— de que estás aquí.
Por Steven Pinker:
La joven había sobrevivido, a duras apenas, al accidente automovilístico.
Durante
los cinco meses que siguieron a la destrucción de partes de su cerebro,
ella podía abrir los ojos, pero no respondía a sonidos, estímulos
visuales ni a pinchazos.
En la jerga de la neurobiología, se determinó que ella estaba en un estado vegetativo persistente.
En el mucho más cruel lenguaje cotidiano, ella era un vegetal.
Así
que imagínese el asombro de los científicos belgas y británicos cuando
ellos escanearon su cerebro usando una resonancia magnética que detecta
el flujo sanguíneo en las partes activas del cerebro.
Cuando ellos decían oraciones, las partes involucradas en el procesamiento del lenguaje se iluminaban.
Cuando le pedían que se imaginara visitando las habitaciones de su casa,
las partes involucradas en el reconocimiento de lugares y en la
navegación espacial se alborotaban.
Y cuando le pedían que se imaginara a si misma jugando tenis, las regiones que controlan el movimiento se activaban también.
De
hecho, los resultados de sus exámenes eran apenas diferentes de
aquellos realizados en pacientes sanos. La mujer, así parece, tenía
destellos de conciencia.
Trata
de comprender cómo es el ser esa mujer. ¿Aprecias las palabras y
cuidados de tu familia preocupada mientras acumulas la frustración que
significa el no poder responderles y hacerles saber que te das cuenta?
¿O flotas en la niebla, volviendo a la vida con un pensamiento concreto cuando oyes una voz, para luego volver al vacío?
Y, si pudiéramos vivir esta experiencia, ¿preferiríamos vivir así o preferiríamos la muerte?
Y
si estas preguntas tienen respuesta, ¿cambiarían nuestras políticas
hacia los pacientes irresponsivos — haciendo que el caso de Terri
Schiavo luzca como un juego de niños?
El
reporte de este caso inusual, en septiembre del 2006, fue el último
impacto de un nuevo campo de investigación, la ciencia de la conciencia.
Preguntas que alguna vez estuvieron confinadas a la investigación
teológica y a las trasnochadas conversaciones filosóficas de dormitorio,
ahora están a la vanguardia de la neurociencia cognitiva. Con algunos
problemas, se ha llegado a cierto consenso.
Con otros problemas, la perplejidad es tan profunda que es posible que nunca se resuelvan.
Algunas de nuestras convicciones mas profundas sobre la condición humana se han visto sacudidas.
No debería sorprendernos que la investigación sobre la conciencia sea a la vez emocionante y perturbadora.
Ningún otro tema es así. Como afirmóRené Descartes, la existencia de nuestra propia conciencia es la cosa más indudable.
Las
grandes religiones la ubican en un alma que sobrevive a la muerte del
cuerpo, para irse al cielo o unirse con una mente global.
Para
cada uno de nosotros, la conciencia es la vida misma, ésa es la razón
por la que Woody Allen dijo “… yo no quiero lograr la inmortalidad a
través de mi trabajo.
Quiero
lograrla evitando morir”. Y la convicción de que otras personas puedan
sufrir o moverse como cada uno de nosotros es la esencia de la empatía y
el fundamento de la moralidad.
Para
lograr progresos científicos en un tema tan enredado como la conciencia
es necesario deshacerse de algunas ilusiones y prejuicios. Seguramente,
la conciencia no depende del lenguaje.
Los
bebés, muchos animales, y los pacientes que han perdido el habla debido
a daño cerebral no son robots insensibles; ellos tienen reacciones como
las nuestras, que indican que hay alguien en casa.
La conciencia tampoco puede equipararse a la percepción de uno mismo.
A
veces nos hemos perdido en la música, el ejercicio, o el placer de los
sentidos, pero eso es algo muy diferente a ser noqueado.
Los problemas ‘Fácil’ y ‘Duro’
Lo
que tenemos no es un problema acerca de la conciencia, sino dos, a los
cuales el filósofo David Chalmers ha llamado el Problema Fácil y el
Problema Duro.
Considerar al primero como fácil es un chiste interno: es fácil en el
mismo sentido en que es fácil curar el cáncer o enviar alguien a Marte.
Es
decir, los científicos saben más o menos qué buscar y, con los
suficientes financiamiento y capacidad intelectual, probablemente podrán
resolverlo en este siglo.
¿Qué
es, exactamente, el Problema Fácil? Es aquel que Freud hizo famoso, la
diferencia entre los pensamientos conscientes y los pensamientos
inconscientes.
Algunos
tipos de información en el cerebro —como las superficies enfrente tuyo,
tus sueños lúcidos, tus planes para el día, tus placeres y tus
molestias— son conscientes.
Puedes considerarlos, discutirlos, y dejar que guíen tu conducta.
Otros
tipos de información, como el control de tu ritmo cardíaco, las reglas
que ordenan las palabras mientras hablas, y la secuencia de
contracciones musculares que te permiten sostener un lápiz, son
inconscientes.
Deben
estar en algún lugar del cerebro porque sin ellas no podrías caminar,
hablar, ni ver, pero esta información está aislada de tus circuitos de
planificación y razonamiento, y no puedes decir nada sobre ellas.
El
Problema Fácil es, entonces, el distinguir entre la computación mental
consciente de la inconsciente, identificar sus correlatos en el cerebro,
y explicar por qué evolucionaron.
El
Problema Duro, por otro lado, es el porqué al tener un proceso
consciente en la cabeza se siente así como se siente — por qué existe
una experiencia subjetiva en primera persona.
Una
cosa verde no sólo luce distinta de una cosa roja, nos recuerda de
otras cosas verdes y nos hace pensar “eso es verde” (el Problema Fácil),
sino que de hecho parece verde: produce una experiencia pura e
indescriptible de verdura que no se puede reducir a ninguna otra cosa.
Así
como cuando a Louis Armstrong le pidieron que definiera el qué es el
jazz, y respondió: “Si tienes que preguntarle qué es , entonces jamás lo
sabrás”.
El Problema Duro es explicar cómo surge la experiencia subjetiva de la computación neuronal.
El problema es duro porque nadie sabe a qué debería parecerse una
solución o, incluso, si se trata de un problema científico genuino.
Y
no es sorprendente que todo el mundo esté de acuerdo en que la
respuesta al Problema Duro (en caso que sea un problema) sigue siendo un
misterio.
Aunque
ninguno de estos problemas ha sido resuelto, los neurocientíficos están
de acuerdo en muchas características de ambos, y la característica que
los científicos encuentran menos controvertida es la que mucha gente
fuera del campo de la investigación científica considera la más
chocante.
Francis
Crick la llama “la hipótesis perpleja” — la idea de que nuestros
pensamientos, sensaciones, alegrías y dolores consisten única y
exclusivamente en la actividad fisiológica de los tejidos del cerebro.
La conciencia no reside en un alma etérea que usa al cerebro como un
computador portátil; la conciencia es la actividad del cerebro.
El cerebro como una máquina
Los
científicos han exorcizado al fantasma de la máquina no porque sean
unos aguafiestas mecanicistas, sino porque han reunido evidencias para
afirmar que cada aspecto de la conciencia puede ser ligado al
funcionamiento del cerebro.
Usando
la resonancia magnética funcional, los neurocientíficos cognitivos casi
pueden leer los pensamientos de la gente a partir de los patrones de
flujo sanguíneo en sus cerebros.
Por
ejemplo, ellos pueden distinguir si una persona está pensando en una
cara o en un lugar, o si la imagen que alguien está observando es de una
botella o de un zapato.
Y la conciencia puede ser presionada con manipulaciones físicas.
La
estimulación eléctrica del cerebro durante una cirugía puede hacer que
una persona tenga alucinaciones que son indistinguibles de la realidad,
tales como oír una canción en la habitación o creer que se está en una
fiesta de cumpleaños infantil.
Los químicos que afectan el cerebro, desde la cafeína y el alcohol,
hasta los antidepresivos y el LSD, pueden alterar profundamente la forma
en que las personas piensan, ven y sienten.
La
cirugía en la que se corta el cuerpo calloso, separando los hemisferios
cerebrales (un tratamiento para la epilepsia), produce dos conciencias
dentro del mismo cráneo, como si se pudiera cortar el alma en dos partes
con un cuchillo.
Y, hasta donde sabemos, cuando la actividad fisiológica del cerebro desaparece, la conciencia de la persona deja de existir.
Los
intentos de contactar a las almas de los muertos (cosa que algunos
científicos serios buscaban hace más de un siglo) resultaron ser
solamente trucos de magia baratos, y las experiencias cercanas a la
muerte no son los testimonios de una alma que se separa del cuerpo, sino
que son síntomas del agotamiento del oxígeno en los ojos y el cerebro.
En
septiembre, un equipo de neurocientíficos suizos reportó que podían
generar experiencias extracorpóreas en pacientes, estimulando la parte
del cerebro en la cual convergen las sensaciones visuales y corporales.
La ilusión del control
Otra
sobrecogedora conclusión de la ciencia de la conciencia es que esa
sensación intuitiva que tenemos, de que existe un “yo” director que se
sienta en el centro de control del cerebro, observando las pantallas de
nuestros sentidos y presionando los botones de nuestros músculos, es una
ilusión.
Resulta ser que la conciencia consiste en un remolino de eventos distribuidos a lo largo y ancho del cerebro.
Estos
eventos compiten por atención y, en la medida que un proceso se destaca
más que otros, el cerebro racionaliza los resultados después del suceso
y confecciona la impresión de que un “yo” único estuvo a cargo todo el
tiempo.
Consideremos
los famosos experimentos sobre disonancia cognitiva. Cuando un
experimentador hace que gente deba soportar descargas eléctricas en un
experimento simulado de aprendizaje, aquellos a los que se les dio una
buena razón (“esto ayudará a los científicos a entender mejor el
aprendizaje”) consideraron que los choques eran más dolorosos que
aquellos a los que se les dio una razón débil (“tenemos curiosidad”).
Presumiblemente,
esto se debe a que el segundo grupo debe haber sentido que era tonto
sufrir sin una buena razón. Sin embargo, cuando a estas personas se les
preguntó por qué estuvieron de acuerdo en que se les sometiera a choques
eléctricos, ellos ofrecieron con toda sinceridad explicaciones
inventadas, como por ejemplo “solía experimentar con radios y me
acostumbré a los choques eléctricos”.
No
sólo nuestras decisiones en circunstancias inciertas son
racionalizadas, sino que también la textura de nuestra experiencia
inmediata.
Todos sentimos que somos conscientes de un mundo rico y detallado frente a nuestros ojos.
Sin embargo, fuera del centro de nuestra mirada, nuestra visión es sorprendentemente imprecisa.
Tan sólo intenta mantener tu mano unos pocos centímetros alejada del centro de tu campo visual y trata de contar tus dedos.
Si
alguien removiera o reinsertara un objeto cada vez que parpadeas (cosa
que los experimentadores pueden simular mostrándote dos o más imágenes
en una secuencia rápida), difícilmente podrías notar el cambio.
Usualmente, nuestros ojos saltan de lugar en lugar, enfocándose en
aquellos objetos en los que ponemos atención, a medida que lo
necesitemos.
Esto
nos engaña y nos induce a pensar que nuestro campo visual completo es
sumamente detallado — un ejemplo del cómo sobreestimamos el alcance y el
poder de nuestra propia conciencia.
Nuestra
autoría de acciones voluntarias también puede ser una ilusión,
resultado de notar una correlación entre lo que decidimos y cómo se
mueve nuestro cuerpo.
El
psicólogo Dan Wegner ha estudiado el juego en el cual un sujeto se
sienta frente un espejo mientras alguien detrás de él extiende sus
brazos por debajo de sus axilas y los mueve de modo tal que pareciera
que el sujeto sentado está moviendo sus propios brazos.
Si
la persona oye una grabación en la que se le indica al sujeto de atrás
cómo moverse (saludar, tocar la nariz del sujeto y así sucesivamente),
el sujeto puede llegar a sentir que efectivamente esta controlando los
brazos.
La
imagen sobrevalorada que el cerebro tiene de sí mismo se despliega aún
más dramáticamente en las condiciones neurológicas en las que las partes
sanas del cerebro explican las debilidades de las partes dañadas (que
son invisibles para el Yo porque forman parte del Yo).
Un
paciente que no puede experimentar un click visceral de reconocimiento
cuando ve a su esposa, pero que admite que ella luce y actúa igual que
ella, deduce que, en realidad, ella es una impostora asombrosamente bien
entrenada.
Un
paciente que cree que está en su casa, a quien se le muestra el
ascensor del hospital, replica sin dudar un instante “usted no me
creería lo caro que costó instalarlo”.
¿Por
qué existe la conciencia, por lo menos en el sentido del Problema
Fácil, en el cual algunos tipos de información son accesibles y otros se
encuentran escondidos? Una de las razones es la sobrecarga de
información.
Tal como una persona hoy en día puede ser sobrecogida por la enorme
cantidad de información proveniente de los medios electrónicos, los
circuitos de toma de decisiones dentro del cerebro se empantanarían si
cada pequeña sensación y movimiento muscular que se registra en algún
lugar del cerebro fueran ingresados a la conciencia constantemente.
En vez de eso, nuestra memoria de trabajo y nuestro foco de atención
reciben resúmenes ejecutivos de los eventos y estados cuya actualización
es más relevante para comprender el entorno que nos rodea y tratar de
decidir qué hacer en el momento.
El
psicólogo cognitivo Bernard Baars explica la conciencia como si fuera
una pizarra global en la que los procesos cerebrales publican sus
resultados y monitorean los resultados de otros procesos.
Creer nuestras propias mentiras
Una segunda razón por la que la información es parcialmente aislada de nuestra conciencia es por motivos estratégicos.
El
biólogo evolucionistaRobert Trivers ha notado que las personas tienen
buenos motivos para promocionarse ante sí mismos como agentes
racionales, bienintencionados, eficientes y competentes.
El mejor
propagandista es aquel que se cree sus propias mentiras, asegurándose
que no hace notar su engaño a través de tics nerviosos o
contradiciéndose.
Así que
el cerebro quizá se formó de modo tal que mantiene los datos
comprometedores lejos de los procesos concientes que controlan nuestra
interacción con las personas.
Al mismo
tiempo, mantiene los datos cerca en procesos inconscientes para evitar
que la persona se aleje demasiado o pierda contacto con la realidad.
¿Qué hay
del cerebro mismo? Podrías preguntarte cómo los científicos pudieron
siquiera comenzar a encontrar el lugar de la conciencia en el cerebro,
en medio del griterío de los cien billones de neuronas.
El truco consiste en observar qué zonas del cerebro cambian cuando la conciencia de una persona salta de una experiencia a otra.
En una
técnica de estudio llamada rivalidad binocular, se le presentan franjas
verticales al ojo izquierdo y franjas horizontales al ojo derecho.
Los ojos
compiten por la conciencia y la atención, y la persona ve
alternativamente franjas verticales y horizontales, sucesivamente, por
intervalos de segundos.
Una forma
que no requiere mucha tecnología para experimentar este efecto en ti
mismo es mirar con un ojo a través de un tubo de cartón a una pared
blanca, mientras que miras tu mano con el otro ojo.
Al cabo de unos pocos segundos, debería aparecer un agujero blanco en tu mano, y luego desaparecer, y luego reaparecer. Los simios también experimentan la rivalidad binocular.
Ellos
pueden aprender a presionar un botón cada vez que su percepción cambia,
mientras sus cerebros están conectados a electrodos que registran
cualquier cambio en la actividad cerebral.
El
neurocientífico Nikos Logothetis encontró que las zonas de procesamiento
visual primarias en la parte posterior del cerebro casi no cambiaban
cuando se producían cambios en la conciencia de los monos
. En
cambio, la que rastrea la conciencia de los monos era una región ubicada
más abajo en la corriente de información, y que registra formas
coherentes y objetos.
Ahora, eso no significa que ese es el lugar exacto, en la zona inferior del cerebro es la pantalla de TV de la conciencia.
Lo que
esto significa, de acuerdo a la teoría de Francis Crick y su
colaboradorChristof Koch, es que la conciencia reside solo en las partes
“altas” del cerebro que están conectadas a los centros emocionales y de
toma de decisiones, tal como uno esperaría a partir de la metáfora de
la pizarra.
Ondas cerebrales
La
conciencia puede ser rastreada no sólo espacialmente, sino también
temporalmente. Desde hace mucho tiempo los neurocientíficos saben que la
conciencia depende o se correlaciona con ciertas frecuencias de
oscilación en el electroencefalograma.
Estas
ondas cerebrales consisten en ciclos de activación entre la corteza (la
superficie arrugada del cerebro) y el tálamo (el grupo de terminales
nerviosas ubicado en el centro, que sirven como estaciones de relevo de
entrada y salida).
Las
ondas largas, lentas y regulares son señal de un coma, de anestesia
profunda, o de dormir sin sueños; las ondas más pequeñas, rápidas e
intermitentes corresponden a estar despierto y alerta.
Estas
ondas no son como el zumbido inútil de un aparato ruidoso sino que
pueden permitir que la conciencia haga su trabajo en el cerebro.
Ellas
podrían unir la actividad de áreas repartidas en el cerebro (una para el
color, otra para la forma, y una tercera para el movimiento) en una
experiencia consciente y coherente, un poco como los trasmisores y
receptores de radio sintonizados en la misma frecuencia.
Seguramente,
cuando dos patrones visuales compiten por la atención de la conciencia
en un despliegue de rivalidad binocular, las neuronas que representan la
información del ojo que está “ganando” la competencia oscilan en
sincronía, mientras que aquellas que representan al ojo suprimido se
de-sincronizan.
Los
neurocientíficos están bien encaminados hacia la identificación de los
correlatos neuronales de la conciencia, una parte del Problema Fácil.
Pero,
¿que pasa con la explicación de cómo estos eventos causan la conciencia
en el sentido de la experiencia interna o subjetiva — el Problema Duro?
Abordando el problema duro
Para apreciar la dificultad del Problema Duro, considera cómo podrías saber si ves los colores del mismo modo que los veo yo.
Seguro,
tanto tú como yo decimos que el pasto es verde, pero quizás tú ves el
pasto y las otras cosas verdes como si tuvieran el color que yo, si
estuviera en tus zapatos, describiría como morado.
O imagina
que pudiera existir un verdadero zombie— un ser que luce y se comporta
exactamente como tú o como yo, pero en el cual no hay una conciencia o
un yo sintiendo nada.
Esa es la
premisa en el argumento de un episodio de la serie Star Trek, en el
cual unos oficiales querían hacer ingeniería inversa al [androide]
Teniente
Data, y surgió un furioso debate sobre si lo que pretendían hacer era
sólo desmantelar una máquina, o apagar una vida sensible.
Nadie
sabe qué hacer con el Problema Duro. Algunos ven este problema como una
oportunidad de volver a introducir el alma, pero hacer esto sólo es
cambiarle el nombre al problema, cambiando de “el misterio de la
conciencia” a “el misterio del alma” — un juego de palabras que no nos
aporta en nada.
Muchos filósofos, como Daniel Dennett, niegan que el Problema Duro exista.
Especular
sobre zombies y colores invertidos es, para ellos, una pérdida de
tiempo, porque nada puede servir como evidencia decisiva en esos casos.
Cualquier cosa que se pueda hacer para entender la conciencia —como
encontrar qué longitudes de onda hacen que las personas vean el color
verde, o qué tan similar es con el azul, o a qué emociones asocian ese
color— se reduce a procesamiento de información en el cerebro y, por lo
mismo, es arrastrado de vuelta al Problema Fácil, sin dejar nada más que
explicar.
Mucha
gente reacciona con incredulidad ante este argumento, porque pareciera
que este niega la existencia del hecho más fundamental e indudable:
nuestra propia experiencia.
La
actitud hacia el Problema Duro que es más popular entre los
neurocientíficos es el afirmar que este permanece sin resolverse pero
que, eventualmente, el problema va a sucumbir a la investigación que
trata de resolver el Problema Fácil.
Otros son
escépticos respecto a este alegre optimismo porque ninguna de las
soluciones al Problema Fácil nos lleva siquiera cerca de resolver el
Problema Duro.
Para
ellos, identificar la conciencia con la fisiología del cerebro es un
tipo de “chovinismo carnal” que negaría dogmáticamente la posesión de
una conciencia al Teniente Data tan sólo porque carece del blando tejido
cerebral humano.
Identificar la conciencia con el procesamiento de información sería ir
demasiado lejos en el otro sentido, e implicaría atribuirle un tipo
simple de conciencia a las calculadoras, los relojes y a los termostatos
— un salto que la mayoría de las personas encuentra difícil de digerir.
Algunos
inconformistas, como el matemático Roger Penrose, sugieren que la
respuesta podría ser encontrada en la mecánica cuántica.
Para mí,
esto es algo así como expresar la sensación de que la mecánica cuántica
es extraña, y la conciencia es extraña, así que tal vez la mecánica
cuántica puede explicar la conciencia.
Y
entonces tenemos la teoría propuesta por el filósofo Colin McGinn, que
nuestro vértigo al considerar el Problema Duro es, en sí mismo, un
capricho de nuestros cerebros.
El
cerebro es producto de la evolución, y del mismo modo que los cerebros
animales tienen sus limitaciones, nosotros tenemos las nuestras.
Nuestros
cerebros no pueden mantener en la memoria cientos de números, no
podemos visualizar o imaginar un espacio de siete dimensiones, y quizás
no podamos comprender intuitivamente por qué el procesamiento de
información neuronal visto desde afuera debe dar origen a la experiencia
subjetiva desde dentro.
Esa es mi
apuesta, aunque tengo que admitir que, quizás, esa teoría será demolida
cuando un genio que aún no ha nacido —un Darwin o un Einstein de la
conciencia— nos proporcione una idea nueva, sobrecogedora e
impresionante, que repentinamente nos lo aclare todo.
Sean
cuales sean las soluciones a los problemas Fácil y Duro, pocos
científicos dudan que encontrarán la conciencia en la actividad del
cerebro.
Para muchas personas fuera del ámbito de la ciencia, esta es una posibilidad aterradora.
No solo
elimina la esperanza de que podamos sobrevivir a la muerte de nuestros
cuerpos, sino que también parece minar la noción de que somos agentes
libres y responsables de nuestras decisiones — no solo en esta vida sino
también en la otra.
En su
ensayo Sorry, But Your Soul Just Died, Tom Wolfe expresa su preocupación
de que cuando la ciencia destruya la noción del alma, “el espeluznante
carnaval que sobrevendrá, hará que la frase ‘el eclipse total de todos
los valores’ parezca insípida”.
Hacia una nueva moralidad
Mi visión
personal es que esto es exactamente al revés: la biología de la
conciencia provee un fundamento moral mucho más sensato que el
improbable dogma de la existencia de un alma inmortal.
Entender
la fisiología de la conciencia no sólo permitirá reducir el sufrimiento
humano a través de nuevos tratamientos para el dolor y la depresión.
Este entendimiento también puede obligarnos a reconocer los intereses de las otras personas — la base de la moral.
Toda
persona que haya estudiado un poco de Filosofía sabe que nada puede
obligarme a creer que alguien más tiene una conciencia excepto yo.
Esta
posibilidad de negar que otras personas tengan sentimientos no sólo es
un ejercicio académico, sino que es un vicio demasiado común, cosa que
podemos ver en la larga historia de la crueldad humana.
Sin
embargo, una vez que asumimos que nuestra propia conciencia es un
producto de nuestro cerebro, y que las demás personas tienen cerebros
como nosotros, la negación de la capacidad de sentir de las otras
personas se vuelve absurda.
“¿Acaso
un judío no tiene ojos?” preguntaba Shylock. La pregunta hoy en día es
mas precisa: ¿Acaso un judío —o un árabe, o un africano, o un bebé, o un
perro— no tiene corteza cerebral y tálamo?
El hecho innegable de que estamos hechos de la misma carne hace imposible negar nuestra capacidad común de sufrir.
Y, cuando
lo piensas, la doctrina de vida después de la muerte no es una idea tan
positiva o esperanzadora porque, necesariamente, le resta valor a la
vida acá en la tierra.
Tan sólo
recordemos quiénes son las personas más famosas en nuestra memoria
reciente que actuaron esperando una recompensa en la otra vida: los
terroristas que secuestraron los aviones el 11-S.
Piensa,
además, por qué a veces nos recordamos que “la vida es corta”. Es el
ímpetu de entregarle un gesto de cariño a un ser amado, de hacer las
paces en una disputa sin sentido, de usar el tiempo productivamente en
vez de desperdiciarlo.
Yo
argumentaría que nada le da más propósito y sentido a la vida que el
darse cuenta de que cada momento de conciencia es un regalo, precioso y
frágil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.